En algunas latitudes, recientemente se celebró el día del Gestor Cultural. La profesionalización del sector, asumir el reto digital y el reconocimiento social de esta profesión centralizan las demandas en torno a esta jornada. En un enfoque cortoplacista del profesional de la Gestión Cultural, podemos sentir la tentación de realizar un reduccionismo técnico, y así devenir en una suerte mera herramienta. Y aunque retrotraerse a los principios kantianos en estos días puede resultar una aventura desmesurada, conviene tener presente que la persona debe ser fin y no medio. Un trabajador crítico, con capacidades y conocimientos transversales, reflexivo y creativo sí es un profesional, preparado para afrontar escenarios tanto mutables como mutantes y así, hacerse presente ante la sociedad a través de la Actualidad Cultural. Esta perspectiva, incluso queda manifiesta en las Industrias Culturales, pues una empresa sin Misión, Visión y Objetivos acaba resultando un pelele en el entorno profesional.
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